jueves, 1 de febrero de 2007

Maradona.

“Maradona volvió al país.” El titular lucía en la página de Internet algo desgastado. Seguramente, la inercia hacía que los diarios, aún hoy, sigan publicando cada tanto las andanzas de Diego. La mayoría de los lectores nunca vio jugar en vivo a Maradona. Sin embargo, todo el mundo sabe bien quién es. Sigue siendo ídolo, como un legado, por los recuerdos que los abuelos transmitieron a sus hijos y nietos.
Esta vez, Diego vino a un homenaje en su nombre. Se conmemoran nada menos que cien años del gol a los ingleses. La FIFA hizo un sondeo hace unos meses y no se encontró a ningún ser vivo que haya visto ese gol en directo, aunque más no sea por televisión. Excepto Diego, claro.
Sigue siendo rebelde, aunque sus fuerzas están un tanto menguadas por los años. La foto de su arribo al país lo muestra altivo como siempre, un poco más gordo –siempre aparece un poco más gordo que hace unos años, después adelgaza, vuelve a engordar-, entrecano, con un corte de pelo muy a la moda. Siempre distinto para ser igual a sí mismo, Maradona cambia su aspecto para parecerse sólo a él. Todo un desafío para los medios, que no hacen más que aumentar su archivo digital con imágenes siempre renovadas del ex futbolista. Cuando se trata de él, la foto de archivo luce siempre añeja.
Camina sin ayuda, su voz es aguardentosa, parece que se le va la vida en cada oración, pero responde con la vehemencia de siempre. Opina de todo como siempre. Se enoja y se divierte como siempre.
Pero sus enojos han cambiado con los años. Ya no está enojado con la AFA ni con la FIFA (ni con Grondona, Blatter o Havelange: en cada uno de los entierros, Diego estuvo presente como señal de amnistía. Los perdonó para que descansaran en paz.) Hizo lo propio con otros históricos rivales: Passarella, Ramón Díaz, Chilavert, Cóppola, Ferlaíno, Pelé. En el entierro del negro fue ovacionado.
Es curioso: hace unos ochenta años lo invitaban a los partidos-homenaje los jugadores que se retiraban. Hoy asiste a los entierros de ex-cracks casi a diario. Uno de los dichos populares más en boga por estos días es “Maradona las hizo todas”. Y, como todos los dichos populares, encierra una verdad irrefutable.
El diario comenta que pasará unos días en el país y luego volverá a su residencia en Suecia. Después de la muerte de Fidel, Diego deambuló por una veintena de países, clínicas, centros de atención médica y rehabilitación a diferentes tipos de adicciones y males, pero desde hace unos años vive tranquilo en el país sueco. Como dice él, “siempre fue Xeneize”: cuentan que lo eligió por los colores de la bandera.
Aquí pasará unos días con las nenas (las nietas de Giannina siempre se desviven por recibirlo). Con las nietas de Dalma también tiene buenas relaciones, aunque se lleva mal con los esposos de ellas. Como suegro fue durísimo –qué duda cabe-, como abuelo fue terrible pero como bisabuelo político es intratable. Las hijas de Diego ya son abuelas: sus hijas tienen entre 66 y 70 años. Diego tiene bisnietas y una tataranieta de dos años. Siguiendo la costumbre familiar, ninguna de las Maradona ha tenido varones. Ahora, cuando Diego habla de las nenas, se refiere a una docena de mujeres de su descendencia, de las que recuerda todo a pesar de su edad: nombres, fechas de cumpleaños, esposo/novio, etc.
Todas ellas cargan con el apellido, pero mucho más sus parejas, que son varones y parte de un patriarcado que tiene como monarca a un ser fuera de serie.
Lo de Maradona ya trascendió, desde hace unos cincuenta años, las fronteras del fútbol.
Cada diez años, sistemáticamente, es internado en grave estado. Cada diez años, prácticamente se le da por muerto. Como aquella vez en el 2004, que estuvo internado varios días con el corazón a punto de estallar; o esa otra vez, en el 2024 en que tuvieron que operarlo una docena de veces porque no respiraba ni artificialmente; o esa otra en el 2054 que tuvieron que transplantarle varios órganos. Y cada vez, la peregrinación acostumbrada. La gente rodeando la clínica. Los noticieros dando flashes a cada instante. Las redacciones de todo el mundo preparando la necrológica más abultada de la historia. Al final, como siempre, Diego se recupera y vive diez años más sin complicaciones mayores. La última, hace dos años, en el 2084, pareció que terminaba el mito. Pero no. El verdadero inmortal se repuso una vez más y vino a celebrar los cien años del gol a los ingleses. Las remeras con su imagen siguen siendo un buen negocio. Incluso, las que tienen las fechas de sus internaciones-externaciones, a modo de renacimientos cíclicos.
La Iglesia Maradoneana, que comenzó como un simpático homenaje al ídolo, hoy tiene sedes en todos los rincones del planeta y fieles que la adoptaron como verdadera religión. “¿Quién otro que D10S puede vivir y hacer lo que hizo y hace Él?” –se preguntan los pastores de la Iglesia Maradoneana. La gente cree que si los milagros existen, él es uno bien visible.
Maradona cumplirá este año 126. Lejos de estar postrado, Diego participará activamente del homenaje. En el estadio de Boca Juniors, la AFA organizó un festejo multitudinario. Diego recorrerá la cancha haciendo la jugada, vestido de jugador de fútbol. La gente verá al ídolo actual, montado sobre la filmación original, remasterizada en 3D con técnicas combinadas de realidad virtual y holografía. Así, mientras Diego recorra el césped de la cancha de Boca, todos veremos el gol como si estuviéramos allí, con el agregado de sus comentarios en línea. Diego a los veinticinco y a los cientoveinticinco gambeteando juntos. Será una fiesta transmitida en directo a todo los países del planeta, incluído Inglaterra, que a esta altura, no discute ni el gol que hizo con la mano de Dios. Es decir, por estos años, nadie duda acerca de eso: lo hizo con la mano de Dios, literalmente.
Dios siempre estuvo muy presente a lo largo de su vida. Cuando lo endiosaron, y pidió que lo dejen tranquilo porque sólo era un hombre, no sospechaba –nadie sospechaba- que afuera de la cancha también haría milagros. Como hace 4 mundiales, en el año 2070, que se había anunciado con bombos y platillos que volvía al fútbol profesional. Un disparate, pero tratándose de él –de Él-, nadie podía afirmar nada nunca con certeza.. Lo cierto es que luego de la operación de 2064, Diego había recuperado el peso que tenía en los años 80 (1980). Mantuvo ese peso durante 4 años, y solía entrenarse duro, aunque sólo jugaba exhibiciones. Por ese entonces, era atractivo de por sí ver a un futbolista de ¡ciento cuatro años! aunque no sea Maradona. ¡Pero encima lo era! No corría mucho, es verdad, pero su pegada tenía la misma magia de siempre. Recuerdo el gol de tiro libre que hizo en la despedida del nieto de Ronaldinho. Al borde del área, le pegó con rosca y la clavó en un ángulo, por encima de la barrera. Golazo. La imagen la repetían una y otra vez en todas partes, y a continuación mostraban goles similares jugando para la selección argentina. Por supuesto que no fue llamado para jugar el Mundial, aunque curiosamente, las razones no fueron futbolísticas: nadie se atrevía a firmar el ok médico a un tipo que para el año del Mundial tendría ciento diez años, o sea, prácticamente la mitad de la edad que sumaban los otros diez titulares del equipo. Pero el revuelo sirvió para conseguir nuevos sponsors (como aquél de los cigarrillos virtuales, que apoyaba el deporte sano) y una revolución que se vió enriquecida por el posterior campeonato ganado por la selección. Del 2064 al 2074 la selección obtuvo una trilogía espléndida en la que Diego participó como un Talismán: estuvo presente, conviviendo con la selección y el cuerpo técnico en los tres mundiales. Al regreso, su descompensación lo obligó a internarse y comenzó, otra vez, el ritual acostumbrado: medios, gente, Diego, resurrección, diez años más para el diez. Al salir, esa vez, anunció que “los argentinos se pueden quedar tranquilos que hay Diego para rato”. Tenía pensado vivir hasta el año 3000. Él tiró esa fecha. Y a la luz de los acontecimientos, no hay Dios que se lo discuta.

24 de Febrero de 2005